Gangsters

>> miércoles, 21 de julio de 2010


He saldado cuentas con mi pasado.

Ni créditos pendientes

quedan al final de la trampa en que se convirtió mi vida.

Diseñé nuevas esquinas

a cada paso que daba

para evitar gangsters

que acosaran

mis andazas de caballero mutilado.



Al final de ese trayecto

no programado,

vi el harén que nunca proyecté

pero que hoy concibo

como parte imprescindible de mi existencia.




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Cabezas, ese extremo ocupado

>> domingo, 18 de julio de 2010

Voy a secuestrar al viento, a trocearlo y enterrarlo en macetas pobladas de geranios. No respeta el silencio porque no lo conoce. Clama y hace suyo el día, mientras refugiados estudiamos la manera de concentrar nuestra vida.



No soy consciente del pensamiento del otro, del compañero, de la persona que pasea a mi lado. Tan sólo me percato de lo que daña mi cabeza.

No pienso en lo que pudo ser y/o será. Tan sólo miles y miles de efectos, contradictorios algunos, ocupan mi espacio. Y no quiero ser especial, tan sólo estar. No quiero que me miren ni me señalen. Deseo ser apenas una sombra proyectada en oblicuo hacia la nada, ser pisado sin sentir, y desaparecer cuando muera el sol.


Mientras eso ocurre, me refugiaré en las drogas que consiguen que me levante por la mañana y duerma por la noche. Y si acaso llamas y no me llega la señal, no incendies mi casa; puedo estar todavía dentro y no preparado para una partida.





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Voces

>> jueves, 15 de julio de 2010


Era bello. Muy bello. Excesivamente bello.

Pero no me enamoraban sus palabras, porque callaba.



Reserva tu voz para quien a ti te interese que la escuche –le dije.

Reservaré mi voz para quien se merezca oírla –contestó muy seguro. Son más los gestos que ofrezco, que la voz que callo.



Y siguió callado, mirándome, con sus cejas rubias y su cabello despeinado.





En colaboración con Kiko Sánchez


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Besos de despedida

>> lunes, 5 de julio de 2010


“Hoy al fin, entre la cobardía de mis días y el silencio de las noches, te escribo.

Te escribo, porque desoyes los lamentos que otrora fueron canciones.

Y si bailas, ya no aplauden mis manos, sino los párpados de los ojos que impiden torrentes de lágrimas.

Hoy al fin, te escribo entre páginas blancas y libros acartonados. Y me atrevo a hablarte de aquel beso mal dado, que aún ahora saboreo. Porque aquel, era tu beso. Esos labios tímidos e inexpertos en bocas masculinas, al fin se acercaron a mí para llamarme, y sellar el silencio del arribo y la despedida”.



Esas eran las palabras que sentí después de la partida. Escritas, las metí por debajo de la puerta de tu portal, y sólo espero, que hayan llegado a ti antes que entrara el vecino. A partir de entonces, ya sólo mendigaré los besos cuando prostituya mi alma. El último, quedo sellado en el arcón de los días que transcurrieron entre el ayer y el ahora mismo.




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