Libro amigo

>> miércoles, 29 de febrero de 2012


Déjame que te llame libro, amigo.

Permíteme pasar tus páginas

y así no peco si te amo.

Sabiéndote entre mis sábanas,

sintiendo tus letras de esta manera,

esta noche

sé que dormiré menos solo.


Cuando mis dedos acarician tu piel,

tus hojas al pasarlas,

cuando te leo,

te miro,

descubro aquellos que contaminan el CORAZÓN

y no ven en ti al encantador con sus palabras.

Nada obtienen ellos con engaños.

Y yo me enriquezco

sabiendo mirar las cosas,

una sonrisa,

leyéndote,

con aquello que siempre me acompañará

en tus cálidas páginas,

aunque solos nos encontráramos en la quietud de la noche,

en la soledad de unos brazos abandonados.


Amigo libro,

la claridad y la profundidad del pozo

que me ofreces entre tus hojas,

no se puede medir.

Ya me da calor en la noche.

Sólo hay que leerte para saber que dará agua

por mucho tiempo

para saciar mi sed y calmar mi ansiedad.

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Una noche en la luna

>> domingo, 26 de febrero de 2012


No me costó nada convencer a la noche para que fuera cómplice de lo que ocurriría mientras ella se encargaba de oscurecer el cielo y cegar las miradas de los sonámbulos.

No me costó nada, ni pagué por ello. La luna era la más prostituta de todas. Ella se paseaba desnuda y provocadora a diario, mientras tantos se dedicaban a observarla.



Pero hoy era mi noche, al fin.

Estaba decidido a pasar mi lengua desde su boca a sus ingles, de sus ingles por sus muslos y hacer que se estremeciera conmigo. Sé que me deseaba, como yo siempre deseé este momento. Y por fin hoy, después de mucho tiempo de espera, se iba a dar la ocasión.



Le comenté a la noche, la necesidad de ocultar todas y cada una de las estrellas, de callar al viento, de adormilar a los que velan, de estirar la noche aunque eso le costara un disgusto con el sol. Pero yo necesitaba tiempo, un tiempo largo para disfrutar y gozar, para que mis brazos pudieran cubrir su cuerpo tan anhelado, su cuerpo que veía casi a diario y que aún nunca pudo ser mío.



La noche, fiel y amiga, se dispuso a obsequiarme con mis deseos, mientras yo, apoyado en la barandilla del puente, esperaba puntual a la cita. No se hizo tardar, porque a pesar de la oscuridad, no pudo ocultar el sonido de sus zapatos mientras se acercaba.


Mi mano tomó la suya y mis labios depositaron un pequeño ósculo en su palma. Caminamos juntos, hablábamos y sonreíamos. La noche nos seguía de lejos.



Al llegar al coche me dijo: “quiero que hagamos el amor”. Yo, volví a sonreír y mis labios se acercaron a los suyos. Mi lengua los rompió y se introdujo en su boca.

Después, en silencio, arranqué y conduje todo el tiempo asido a su mano.



Algo hubo que me indicaba el camino; es más, pensándolo despacio más tarde, creo que la noche tomó el coche y nos llevó a casa, pues mi distracción era tan grande, que no recuerdo cómo llegamos.



No me dio tiempo a encender la luz cuando ya sentí su peso sobre mi pecho. Caímos a la cama y nuestros labios se volvieron a sellar,siendo mi lengua la encargada de humedecer el momento.



Amarnos, nos amamos hasta casi desfallecer. Cuando los jadeos eran cada vez menos sonoros y el semen ya quedaba seco al cuerpo, dormimos.



Al despertar, estaba solo. El sol quiso fastidiarme proyectando sus rayos directamente sobre mis ojos. Ni rastro de la luna.

Apenas me quedaba un ligero sabor en la boca que no era mío. El sabor de su sexo ahora frío se resistía a marcharse, a pesar de que su hueco en mi cama permanecía intacto.



Volví al puente, por si acaso quedaba rastro de la imagen de la luna en el agua. El sol me miró, me guiñó un ojo y supe que se burlaba de mí.



Era consciente que volverían otras noches, unas más oscuras que otras. Y con ella la luna. Aunque ahora sabía que el deseo concedido era uno, y el mío ya se había agotado.



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Un sol muerto

>> martes, 21 de febrero de 2012


Se cayeron mis palabras por el agujero del lavabo,

arrastradas por el agua

que salía del grifo de mis ideas.


A través del agujero de la cerradura,

dos veces vi nacer y morir el día.

Me gustaría no haber llegado nunca a conocer el dolor.


¿Ves llorar a alguien? –pregunto yo, mientras corremos.

Nadie llora. Hemos sobrevivido.


Todo el mundo huye. ¿Adónde huimos? –preguntas ahora tú, ya jadeando.

Huimos en mil direcciones distintas. Todos vamos hace donde sale el sol.


Nunca llegamos a saber

porque no nos dimos cuenta antes, de que el sol había muerto

hacía ya varias estaciones.



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El vendedor de ilusiones

>> lunes, 20 de febrero de 2012


Encontré un vendedor de ilusiones

apostado en la esquina de mi calle.

Acercándome a él,

el cielo ya cambiaba de color.

Dormía la tormenta.

Cerré el paraguas

y sonriéndome me dijo:

.- a buen precio, incluso te puedo conseguir tener el mar.


Le di lo suelto que llevaba;

poca cosa,

apenas la calderilla que guardaba del aguinaldo

y crucé la calle pensando

si acaso el vendedor me mentía

o si sabría distinguir el mar del cielo

si lo veía.


A unas manzanas de distancia

distinguí a mi mejor amigo

y después de saludarle, le conté

la ilusión por mí comprada.

Iluso por seducirte fácilmente, amigo -me dijo.

¿Acaso no te reconoces pez

y el lugar donde vivimos sea agua?


Mar que te pierdo si miro al cielo,

agua de mar,

todo transparente que confundo con ráfagas de viento.

Pez nací, escamado si acaso en verano,

negrura con la que se pinta un futuro en noches sin luna,

pero agua al fin y al cabo,

quizá por ser mar,

por ser raya o quimera.



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Un vestido de besos

>> viernes, 17 de febrero de 2012


Grité nuevamente, para que supieras que el anochecer estaba cerca y que necesitaba de ti en esta nueva gélida noche.
Tu pecho y tus brazos serán mi refugio -te pensaba.


.- Arriaré las velas, y me pondré rumbo hacía tu costa -me decías-, así nos comuniquemos cual naufrago. Me verás llegar como cuando una ola gigante rompe en la orilla, acariciando tus desnudos pies y rebozando con el frescor de mi esencia....


.- Mi vida -te seguía soñando. No tardes, que la noche me amenaza y el frío me hiere.


.- ¿No me sientes suspirar ante tus bellas palabras, cielo mío? -creí que me decías (tal vez lo soñaba). Mi piel son pequeños volcanes llenos de fuegos de artificio que brindan ante la ilusión de lo que me dices... Yo soy tan sólo una persona sencilla que se reconstruye día a día y si bien es cierto que creo en el amor, no sé si podré ser tuyo...


.- ¿Mio? Jamás soñé a otro. Claro que serás mío.


.- Mientras alimento mi cuerpo, no dejes de tirar tus mensajes en las botellas que yo me encontraré en el camino de tu busca.... Vístete con mi traje de besos y espera. Y así escribiremos los versos más alegres, uno a uno de tú a mí. Y nos dejaremos vencer por el anochecer y que éste nos acaricie con su cielo inmenso y constelado de estrellas. Dejaremos que las palabras fluyan y hablaremos con el silencio de la mirada y con el tacto de los cuerpos..... Tú me tocarás a mí mientras yo te toco a ti.


.- ¡Dios mio! me atrapas. Sé que es muy grande la distancia pero también sé que tenemos la capacidad, si así lo deseamos, de transgredir cualquier barrera que nos da el océano. Con la palabras, con la fe y la ilusión haremos que las cosas sean reales. Que mi sueño sea tu sueño, que mi orilla esté al lado de la tuya. No dejemos que la ilusión se apodere de nosotros y hagamos que lo perceptible sea la realidad... Arena de mi agua, debo alimentarme para poder llenarme de fuerza suficiente para rodearte con mis brazos...


.- No dudes que tienes la calidad de una musa, vida mía -me dijiste. Desprendes magnetismo con esa imperturbable mirada. Te disfrazas de ladrón de cuento, me robas el pensamiento, me robas la mirada, me robas el ansia, me robas la sonrisa y quizás deseo me robes el corazón, me brindes tu pecho para cobijarlo y así te regale mis alas para volar por la infinita vida que nos queda...

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El crisantemo

>> domingo, 12 de febrero de 2012


No sólo fue la soledad de un crisantemo lo que percibí.

Fue también el frío de esa lápida blanca.

Imaginé un cuerpo inerte dentro,

embalsamado

y amortajado.

Sin sonrisa en el rostro.

Y quise imaginarme la vida que hubo cuando el aire jugaba a entrar y salir.


Al mismo tiempo que imaginaba,

tomé el crisantemo en las manos

y le ayudé a tener olor.

Fue inútil.

Terminó de morir entre mis dedos.

Quise también amortajarlo.

Sus pétalos le sirvieron de colchón, mientras su verde oscuro imitó a la muerte.

No recé.

Tan sólo quise saber si la lápida blanca seguía helada.



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Un día como otro cualquiera

>> sábado, 4 de febrero de 2012


Ya casi es invierno. El frío se descubre entre luz y transparentes e impredecibles colores.

Nosotros seguimos viviendo como ayer, empeñados en destruir el mundo, tirar papeles al suelo, fumigando sin conciencia, escupiendo la comida que no nos gusta, pateando la poca hierba que pudo sobrevivir al verano,… Nada nuevo. Somos humanos y nacimos destructivos. Y a pesar de todo ello, sonreímos estúpidos.


Hay días, que amanece más azul y conseguimos agacharnos en recoger esos papeles tirados ayer al suelo y reconvertirlos en hermosas papirolas.

Después, las olvidamos encima de cualquier mesa y volvemos hacia el ordenador.

Recibo un bello mensaje en el que me cuentas tus pensamientos mientras caminabas. A mí, se me escapa un TE QUIERO como respuesta.

No hubo más comentario a ese pensar en voz alta, mientras miro la foto del perro.


Y termino saliendo de casa, insultando a la que se cruza conmigo sin mirar e imaginando que el mundo no es mi mundo, que como ET debo de regresar a casa y ni siquiera el teléfono sonó mientras funcionaba.

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