Qué grande puede ser la tumba

>> miércoles, 30 de mayo de 2012


El poder que tiene sobre mí
unas letras escritas,
y que cuando cierro el libro
permanecen en mí hasta muy adentrada la mañana.
Mojo esos sentimientos en mi café
y se ahogan por la congoja.
No abogo por quedarme por siempre,
si no por estar
de la manera que se me consienta.
Pero no morir desterrado en el olvido.

¡Qué grande puede ser la tumba
para mi cuerpo tan pequeño!

Dame más palabras,
qué yo me encargaré de coserlas y rimar tu vida,
extenderé tus sábanas
para taparte si acusas el frío de la madrugada,
el azúcar
para endulzar tus lágrimas y que sean almíbar.
Pero no,
no me condenes al olvido…



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El último viaje en coche

>> martes, 29 de mayo de 2012




Siempre le había gustado viajar en coche, dejarse llevar y permanecer en silencio mientras observaba el paisaje que rápidamente cruzaba ante sus ojos, al mirar por la ventanilla abierta. Sentir el aire en su rostro, su flequillo alborotado y si era posible una bonita música de fondo para disfrutar mejor del paseo.
Hoy, la ventanilla del coche permanecía cerrada, no había música ni siquiera podía ver el paisaje porque la noche era muy oscura. El silencio tan solo era roto por el motor del coche. Aún así, ella disfrutaba del viaje con su pensamiento perdido en alguna parte muy lejana de donde se encontraba realmente.

Llevaban circulando cerca de tres horas –calculaba Celia- cuando de repente, una nausea que no pudo controlar, provocó que vomitara hacia el lado derecho de donde se encontraba.

.- ¡Puta! –oyó que vociferaba la persona que le había acompañado en estos últimos días.

Ella no le hizo caso, y siguió con esa sonrisa estúpida marcada en su cara sucia después de incorporarse y volverse a recostar sobre el asiento del coche. La voz de Ángel, que hacía apenas unas semanas le parecía de locutor de radio, le chirriaba ahora los oídos cada vez que le escuchaba.

Cuando lo conoció en el que era su primer trabajo en la redacción del periódico, ella como becaria y él como redactor jefe de la sección de noticias locales, siempre le pareció muy atractivo, tranquilo y simpático. Parecía ser el hombre perfecto, amable con todos sus compañeros y muy detallista con ella. Rápidamente cayó rendida entre sus brazos influenciada por el embrujo de esos ojos verdes que la observaban y por las delicias de sus frases con respecto a su rendimiento en el trabajo.

Apenas se habían visto fuera del trabajo una decena de veces. Ella, a pesar de su juventud, quería que su relación fuera más visible a los ojos de sus amistades, pero él siempre le pedía más tiempo. Es decir, se tenía que conformar con mirarlo en las muchas horas que pasaban en la oficina, y esas pocas veces que salieron a pasear, cenar y hacer el amor en su apartamento. Nadie en la oficina sabía de los encuentros esporádicos que ambos consumían en sus ratos libres de trabajo, cosa que para ella se había convertido en un juego. Al fin y al cabo, era lo que Ángel deseaba.

Fue en uno de esos encuentros en el apartamento de él, cuando sintió un golpe en la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando despertó y desde ese momento, ya nunca supo dónde se encontraba ni qué día de la semana era. Se encontraba en lo que ella creía un sótano por la oscuridad que envolvía todo, por el olor a humedad y polvo y por el silencio que atronaba su cabeza. Ésta le dolía mucho, al igual que las muñecas por el roce de la cuerda que le ataban.
Cada cierto tiempo, alguien a quien no reconocía por la oscuridad que reinaba, le traía algo de comer y agua para beber. Pero ella apenas probaba bocado. El dolor de cabeza que tenía era intenso y vomitaba con mucha frecuencia.

En un par de ocasiones, el hombre que entraba en silencio a traerle la comida, le bajaba las bragas y la penetraba con fuerza. Apenas tardaba unos minutos en correrse, mientras ella dejaba deslizar una lágrima por su rostro hasta llegar a sus labios y bebérsela.

Cuando un día la tomó en sus brazos y la metió en un coche, ella ya no sentía dolor. Tan sólo vivía alimentada por sus pensamientos. Incluso llegó a sentir placer con el movimiento del coche circulando por la carretera y el sonido del motor.
No le importaba el destino. Tan sólo deseaba que esa historia con final no feliz, terminase cuanto antes.

Y enseguida terminaría. En un momento determinado, el coche se paró. Él se bajó y durante unos minutos, ella se encontró a solas entre sus propios vómitos.
Al rato, él abrió la puerta del coche por donde ella estaba y la arrastró afuera sujetándola por las axilas. A pesar del golpe que recibió al dejarla caer al suelo, agradeció que el frescor del aire de la noche le diera de lleno en la cara.
Apenas estuvo unos momentos parada. Enseguida él, nuevamente, la agarró por las axilas y la arrastró hasta lo que parecía la orilla de un río.
Un golpe en la cabeza y todo terminó para Celia.

Al día siguiente, como cada día a la misma hora, había reunión en la redacción para comentar y debatir las noticias que iban llegando a la redacción.
Ángel desde su mesa y rodeado de sus becarios y asalariados, distribuía el trabajo.

.- Encontrado el cadáver de una joven flotando por el río a su paso por la ciudad- leía impasible. Miguel, tú y Sonia acercaros a la zona.

Alguien, en algún momento preguntó:

.- ¿Hoy no ha venido Celia?

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Confesión

>> domingo, 27 de mayo de 2012


La vergüenza,
la inquietud que despierta el remordimiento,
los sueños de papel que mueren cuando dejas de leerlos
o peor aún,
los que permanecen por siempre en el fondo de una papelera.
El dolor,
el reprimir llorar
por tener de testigo a una luna gótica acurrucada
en algún rincón del amplio cielo.
La mirada que toca mi rostro,
los besos que quedaron muertos flotando en la superficie del río,
y el adiós que siempre evitas.

Lágrimas ácidas en ojos de otros,
siluetas de uno mismo que se parecen a mí,
el querer y no tener,
el tener lo que no quiero,
el mendigar ,
la congoja por el hijo que no tuve.
Dos vidas en una
que se mutilan y sobreviven.

La huella que dejo siempre en el cristal,
las monedas que devuelves a Judas,
el roce
y el consuelo de ser rozado.
Mirar para comprobar que todo está igual,
muerto,
pero siempre igual.




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Los ojos de Miguel Ángel

>> jueves, 24 de mayo de 2012


Quisiera estar en los ojos de Miguel Ángel,
y hacer de mi cuerpo su escultura,
percibir su mirada en mi rostro,
modelar mi vida.
mi torso esencia humana,
yo, David,
de sus manos creado.

Admirado por siglos pasados,
muerta ya mi sonrisa
pero viva el alma y
siempre eterna delicadeza.
El suave mármol de mi piel labrada,
para mí creada,
esbelto e imperecedero mausoleo.


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Las mañanas de Matías

>> lunes, 21 de mayo de 2012



Nadie tiene duda de que cada día amanece. Quien inventara la vida, así había deseado que fuera. Pero no tenía por qué gustarnos a todos. O más bien, no tenía por qué gustarnos siempre.
Así lo debió de pensar Matías, un vecino de mi edificio.

Matías fue ferroviario, hoy era jubilado, era viudo y vivía solo. A pesar de lo poco que le conocía, presentía que Matías no era feliz. Quizá me lo decía la expresión de su cara cuando le miraba, o tal vez me lo hacía pensar su parquedad en palabras, esa sobriedad con la que saludaba. Probablemente su extraño comportamiento fue lo que me hizo observarle con mayor detenimiento durante una larga temporada.

La primera vez que empezó a intrigarme su actitud, fue una madrugada que me sorprendió desvelado y envuelto entre papeles, tratando de escribir el poema más bonito del mundo. Apenas había dormido un par de horas, pero eso me bastaba para seguir trabajando. Últimamente, apenas dormía.
Esa mañana sentí una especie de ligero ruidillo en el exterior. Nuestro edificio estaba situado en una calle muy poco transitada de la ciudad, por lo tanto se vivía muy tranquilo, motivo por el cual había alquilado el apartamento hacía ya dos años y por ello, me sorprendió escuchar algo a esas horas. Apenas sentí un leve ruido en la calle, y a pesar de no resultar nada extraordinario, dejé de lado mi carpeta repleta de letras desordenadas, me reincorporé de la cama y me asomé a la ventana. Al principio no veía nada, pues la luz de esa hora de la madrugada era una mezcla de querer y no poder. Pero al fin reconocí a mi vecino Matías que se incorporaba como si acaso se hubiera agachado para recoger algo. No le di demasiada importancia cuando comprobé que enseguida entraba en el portal.

A la mañana siguiente, la madrugada me sorprendía nuevamente desvelado y trabajando. Y sobre la misma hora que el día anterior, volví a percibir una leve presencia sonora en el exterior. No puedo decir que fuera un ruido molesto, pero se sentía como que en la calle algo se movía. Y una vez más, primero una figura humana y después Matías, se metían de lleno en la retina de mis ojos cuando me asomé a la ventana.
No sabía qué, pero algo de esta nueva situación matinal me intrigaba. Notaba cierta extrañeza en esos madrugones de Matías al mismo tiempo que esa luz chocante que iluminaba la mañana y esa sensación de frescor y tal vez belleza, me producía un cambio de estado anímico que hasta ahora no me había pasado. Todo era extraño. Algo cambiaba en mí, en el entorno y la situación, y no conseguía saber que era.

Matías saluda con apenas un movimiento de cabeza cuando nos encontrábamos en el rellano de la escalera. No eran muy frecuentes nuestros saludos, pues apenas coincidíamos en horarios, pero siempre que esto ocurría, yo le añadía más palabras que él al saludo.

Otra noche más en vela (esto se estaba convirtiendo en una constante en mi vida), estaba incómodo en casa y quise salir a pasear. La calle estaba vacía y poco iluminada. Era una calle estrecha, adoquinada, sin árboles, con edificios relativamente altos y no muy nuevos, donde durante el día era difícil que los rayos de sol la calentaran en exceso. Me gustaba mi barrio aunque algunas veces me parecía triste. Quizá lo pensaba ahora porque nos encontrábamos de lleno en el otoño y los días eran más grises. O tal vez porque hoy era una noche sin luna.
Caminé durante aproximadamente media hora, rodeé después el parque más cercano y me adentré en él, permaneciendo un rato sentado en un banco y observando cómo el cielo quería ya cambiar de color. El amanecer pronto nos cubriría por completo. Salí del parque y me encaminé de nuevo hacia casa.

Cuando ya enfilé en línea recta mi calle, vi que a lo lejos estaba Matías. Pero ¿qué estaba haciendo? Mis ojos le observaron atónitos. La primera reacción al verlo fue de absoluta incredulidad.  Matías parecía estar colocando una especie de baldosas a lo largo de toda la calle, una a una, de una acera a otra, como si del mejor albañil se tratara. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que Matías se reflejaba en cada una de las baldosas antes de colocarla. ¡Las baldosas eran auténticos espejos!

¿Cómo era posible que aquel hombre estuviera embaldosando toda una calle, él solo y a esas horas de la madrugada? Y lo más inverosímil ¿cómo era posible que las baldosas fueran espejos?

Nos limitábamos –según sus palabras- a caminar por la vida mirando la punta de nuestros zapatos. Y nunca guardábamos un instante del día para mirar el cielo que es realmente donde estaba lo bonito del día.  Por eso, madrugaba cada mañana para poner grandes espejos sobre los adoquines de la calle y poder así conseguir el reflejo del cielo. Los adoquines tenían excesiva sequedad para él y eran demasiado grises. Según me contó más tarde, Matías no estaba contento con lo que por las mañanas veía en la vida. Y pensaba que a todos sus vecinos les sucedía lo mismo que a él. No podía imaginar que la vida fuera del color del adoquín, de su sequedad, de su tristeza. Eso era lo que todos pensaban de la vida porque nadie era capaz de mirar hacia arriba y contemplar el cielo. Por eso él se encargaría de traer el cielo cada mañana hasta los ojos de los demás y que la vida les pareciera más bella.

Mi reacción al descubrirlo fue ocultarme en la esquina y dejarlo terminar. Una vez que la calle estaba alicatada, él entró en el portal y desapareció.
Entonces me di cuenta que mi día era hermoso, que el aire era más fresco que minutos antes y tenía más capacidad pulmonar para absorberlo, que olía a frescor, que había más luz y por consiguiente lo veía todo con más claridad.
No sabía por qué hasta que me di cuenta que estaba caminando por el cielo. Me daba la sensación de estar flotando e incluso podía ver cómo mis propios pies pisaban las nubes.
Me quedé parado cuando contemplé que la gente que ya comenzaba a caminar por la calle sonreía, se saludaban unos a otros. Incluso quise ver que algunos danzaban en lugar de andar.

Al llegar a casa, tenía un cúmulo de sensaciones que necesitaba transmitir y no era fácil transmitir sensaciones. Mi única forma de intentarlo era a través de los poemas. Y hoy, hoy sabía que escribiría el poema más bonito del mundo.


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Qué grande se iba haciendo su cama

>> sábado, 19 de mayo de 2012


Qué grande se iba haciendo su cama
y cuánto crecía el espacio
para más cuerpos,
y cuántas más mantas necesitaba para las noches frías.

Qué pena daba
ver cómo se abrazaba a una almohada
mientras se ceñía a la tristeza.

¡Qué bellos mechones lucía,
qué blancas eran las sábanas,
mordedores de bocas,
todo antes de la sequía
que se discernía!

Y ahora se agranda la cama
para que quepan más penas
que con pan son menos
esas penas que ambos siguen penando.

Qué grande se iba haciendo su cama,
cuánto lugar para extraños
y cuántos sueños terminados.

Qué pena daba
tanta caricia caduca y hoy reprimidas
mientras se intenta hacer el amor a una utopía.

¡Qué bellos versos rimaban
mientras se querían,
qué juntos dormían tapados en besos
y qué despertares!

Y ahora se agranda la cama
para que quepa él y sus fantasías,
él
y lo impracticable de su vida.


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Mi vida jamás vivida

>> miércoles, 16 de mayo de 2012




Una frase escrita que hiere
como hiere siempre el adiós,
un adiós que se olvida
si vuelvo a verte,
una herida que no cicatriza
si sangra,
y sangra pero no lastima,
ni duele,
si eres tú quien la logra curar.

Noches llenas de sueños
que ayer era incapaz de soñar,
mañanas cobardes
dispuesto a vivir,
sonrisas rojas en un rostro
que antes no se veían
y hoy lucen radiantes si te pienso
y sobreviven si no estás
ansiando el regreso.

Una vida
y mucha más vida que lo vivido,
un hermoso recuerdo
borrado con cada nueva sorpresa,
un instante que puede ser toda una noche,
o una noche toda la vida.

Saberte es conseguir tenerte,
tenerte es lograr mi fantasía
vivirte llega a ser vida.
Mi vida jamás vivida.


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Lo que trae consigo el desvelo

>> domingo, 13 de mayo de 2012





En una noche de desvelo
mira y ve
las flores secas en un jarrón de cristal,
fotos de desconocidos
y un farol apagado.
Un libro de Izumi Kyoka abierto
un verso subrayado,
más libros apilados
y restos de cigarrillos en el cenicero.
Una mosca boba sobrevuela la estancia,
se para en el borde de un vaso sucio
y la mira como única distracción.
La luz va cambiando
como cambia siempre el cielo durante el día
aunque no lo mire.
El bolso Chanel que ella dejó olvidado en el perchero,
una planta seca
y los recuerdos que sobreviven
únicamente para ser recordados.
Una caja de klinnex,
dos, tres o más sorbos seguidos de un vaso con whisky,
un periódico atrasado,
un disco de Edith Piaf que suena una y otra vez
porque nadie lo para.
Un bostezo,
un deseo que no puede ante la pereza,
una manta a cuadros con demasiados colores,
el frescor del amanecer,
y al fin,
unas líneas escritas para el siguiente relato.


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La lámpara

>> martes, 8 de mayo de 2012

Tumbado,
contemplo la lámpara que pende del techo
mientras digiero tu partida.

Al marchaste, mis inviernos son aún más fríos,
mis primaveras feas,
sin apenas color.

Llenaste la habitación de sombras,
y olvido el hombre que soy
para volverme niño,
y asomado a una ventana de marco azul
llamarte en silencio para no olvidar tu nombre.

Y es la lámpara más grande
o el techo más extenso
o mis ojos más pequeños
o acaso inmenso tu recuerdo.

Temo cerrar los ojos
y perder el sabor del último beso.
Mis brazos,
huecos por tu ausencia
ya no abrazan,
y regresa el aire a tu lado,
quedándome aún más solo.

No quiero dormir infinito
y continuar el camino de la vida inhóspita.
Te grito de mil maneras,
llamándote.
No quiero soñar que te sueño
y jugar a que fuimos,
sin ser.
No quiero pasar las páginas en blanco
sin firmar siquiera una nota de cumpleaños.

Temo cerrar los ojos
y haberte escrito un poema.




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Déjame odiarte, por favor

>> domingo, 6 de mayo de 2012

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Agotado de mirarte, intentar rozarte
y tanto callar.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Duele tanto la soledad de unos brazos abandonados,
los abrazos no natos.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Gastar palabras y entender
que son travesuras de niñez.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Pensarte tan cerca, casi soñarte
y no tenerte.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Acaso quedan lunes de esperanzas
después de domingos malgastados.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Si quisieras un día guardar mis labios
por si acaso.

Déjame odiarte, por favor,
si no muero.

Déjame odiarte, por favor.
Pero no puedo…


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El beso de una estatua de bronce

>> jueves, 3 de mayo de 2012


Intenté posar mi boca sobre la suya,
pero sus labios permanecían cerrados.

¿Qué te pasa? –me atreví a preguntar.

Una lágrima boba brotó de sus ojos
sin pedir permiso.
Me di cuenta que estaba intentado besar a una estatua de bronce.

Hice inventario de mis propósitos
y empapé mi almohada con el silencio de una noche cualquiera.
Mis palabras se convirtieron
en el monólogo más frío de toda una vida.

Me desnudé y toqué su cuerpo helado.
Sus muslos me incitaban a mirarlos,
al igual que sus labios llamaban a ser besados.
Sus ojos estaban perdidos.

La música hacía ya tiempo que se apagó
y sólo pude penetrar su ser con mis palabras.


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Mientras sonaba mi piano

>> miércoles, 2 de mayo de 2012

La sonrisa me miraba
y dibujaba unos ojos
limpios,
recién lavados.
Los ojos que me sonreían
aparentaban felices
y cargados siempre de mucha vida.

Y mientras
sonaba mi piano
con su juego entre notas de teclas negras y blancas.

Y ahora
que conoces la verdad,
los errores y mentiras,
lo pasado y ya muerto
y el futuro aún por llegar,
y mientras suena mi piano…

… huele la noche
cargada de notas
tristes cuando vas.



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