Cuando vengo y voy

>> domingo, 9 de junio de 2013

Desnudo, como si de un mar sin olas se tratase,
como un bostezo silencioso
y con las manos atadas a la espalda
proclamas tu amor en esquinas de adobes desgastados
dibujando con la mirada corazones fugaces
que mueren tan pronto como el sol mata su sombra.

Apareces, es fácil reconocerte,
quizá porque nunca te fuiste y no llegué a olvidar las lágrimas
que en cada despedida
se arrastraron por tu rostro.
Pero estás, es lo que me importa,
y si al tomar tu mano no la sueltas
será el sudor el que selle aquello que un día nació desnudo
y hoy tratas de proclamar en pasquines que nadie lee.

Bésame si te queda saliva,
si acaso tu boca descansa cuando sonríe.
Sí, bésame si gritas tanto una ausencia
y enmarcas mi regreso con fondos de jardines de Alhambra
y calla entonces porque me siento tuyo
hasta una nueva despedida.

Y es que no nací para preparar desayunos,
ni arroparte al alba.
Me siento tan libre como lo puede ser el ave,
y tus abrazos son mi jaula
que me alimenta pero me mata.

©Hisae 2013

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