Si es que queda algo de aquella Navidad...

>> domingo, 28 de diciembre de 2014


Sin apenas palabras para decirte
y contemplando las huellas que dejan tus zapatos al marcharte,
pienso en aquellas navidades cuando el mundo aún no estaba roto,
tú y yo estábamos juntos,
y los colores no se deshelaban con la salida del sol.
Los cánticos era más afables -eran auténticos cánticos-,
y si acaso el tiempo lo permitía,
la nieve nos calentaba esas manos tan frías
para quitar tu fea costumbre de ponerlas heladoras en mi rostro...
Era Navidad -era auténtica Navidad-,
y las ausencias no existían
pues las ocultaba mamá entre turrones de almendra,
y las luces que parpadeaban
se confundían con lágrimas de cristal
que ella a escondidas derramaba.
Ya nada de eso existe.
Tú te empeñas en marcharte cada Navidad para dejarme solo,
y las huellas de tu partida
no se marcan en la nieve blanca
si no en el barro que dejan las lágrimas lloradas.
El turrón es demasiado blando para tu gusto
y las únicas luces que conocemos
son los faros de mi coche cuando salgo a buscarte,
porque yo sigo creyendo en ti,
en lo nuestro,
en los deseos,
en la auténtica Navidad.

©Hisae 2014


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Tras la saeta

>> domingo, 21 de diciembre de 2014


Sólo la veía por la noche,
cuando las farolas se iluminaban de dos en dos por la calle
y en el cielo flotaban los luceros.
Era la semana de duelo
y ella el duelo lo lloraba con sentimiento,
como viuda joven o madre desgarrada.

Sólo la veía por la noche,
cuando todos esperábamos bajo el balcón y ella,
recién llorada,
nos cantaba una saeta.
Era la semana del luto,
de los pasos y de las flores inodoras,
de los inciensos avejentados
y de altares sobrios.

Sólo la veía por la noche,
en la distancia,
mientras su garganta sacaba las notas más desgarradoras
y éstas flotaban sobre nuestras cabezas.
Era la Semana Santa y,
sólo la veía por la noche,
hermosa bajo su luto.

Próximo el domingo de Resurrección,
ensayaba la corrida de las cinco,
sabiendo que el pañuelo más blanco de la plaza
haría ondear su perfume íntegro
hacia mi rostro
y su mirada
al toro muerto.


©Hisae 2014


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Y si no estás, es que duermes...

>> lunes, 8 de diciembre de 2014


Me descansan los ojos aunque aún no los sueños
cuando cierro el calendario del lustro ya caduco.
Mis poemas se repiten indecisos e incesantes
y sin letras para extrañarte
y recordarte,
pues ya tú sabes
que no te has ido de mí
y que aún te vivo
y que aún esperaré a verte cuando llegue a casa.
Y si no estás,
es que duermes...
Cinco años no son nada
o pueden ser todo si mis máximos recuerdos son tu partida,
poco a poco sin despedirte
porque la agonía no te deja.
Y eso se quedó conmigo,
indefenso y mordiéndome la lengua
porque aún no te tocaba
y yo aún tuve algo que decirte.
La cobardía nos pudo a ambos
pero los finales no cierran los capítulos
sino que estos quedan alargados en el tiempo.
Cinco años ya,
y mañana pasaré de nuevo la hoja del calendario
y esperaré al sexto,
quizás para decirte,
que aún te extraño.

©Hisae 2014


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