Enraizar la vida

>> lunes, 16 de febrero de 2015


Podría pensar en un árbol
o en un bosque entero cuando de matices se me llena el alma,
y no sufro
desde que hace días que cambié por verdes los azules.
Esas hojas condenadas a morir jóvenes
y a ser pisadas por mis pies -y los tuyos si me acompañas,
esa desazón de troncos en cadena
enraizados en tierra fértil
donde sé que un día mis huesos muertos jugarán con ellas...
Las ramas, que atrapan las alturas,
amortiguarán la lluvia que el cielo embista
para que nada humedezca
nuestros ya demasiados mojados besos.
La vida que pensé,
me la pinta de oxígeno el palpitar de una espesura,
y río,
y creo que vivir es morir más tarde,
cuando duermas tú
y la tierra sepulte mi grito de guadaña
cómo mitiga la hojarasca la caída del árbol viejo.
Cuando despiertes y nazcas después de mí,
sentirás sed y beberás,
y el goteo constante del rocío de la noche
saciará mi ausencia
y al fin se cumplirá mi sino
de que la vida es condena a muerte.
La niebla, convertida en cortina vaporosa
cubrirá tu solitario despiste,
y yo,
yo aún no habré despertado.


©Hisae 2015


1 comentarios amigos:

Anónimo 16 de febrero de 2015, 21:53  

Habrá amistades Inmortales

A quienes la Muerte verá primero – es la noticia de esto

Lo que nos Paraliza –

Quienes – vitales solo para nuestro Pensamiento –

Tal Presencia se llevan

Al morir – que es como si Nuestras almas

Se fugaran – de repente –

No puedes apagar un Fuego –

Una Cosa capaz de encenderse

Puede seguir, por sí sola, sin un Fuelle –

En la noche más lenta –



No puedes doblar una Riada –

Y meterla en un Cajón –

Porque los Vientos la encontrarían –

Y se lo dirían a tu Suelo de Cedro –

Emily Dickinson

Besos, Mario.
Elena Fdez. (Biblioteca)

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